Lukas Avendaño es un muxhe, que es como denominan en la región de los indígenas zapotecas del istmo de Tehuantepec al género que define a una persona nacida con genitales masculinos que asume roles femeninos, en cualquiera de los ámbitos social, sexual y/o personal, y no se sienten ni hombres ni mujeres. Los muxhes han vivido en un paraíso de los derechos de género durante cientos de años, desde antes de la llegada de los españoles, y siguen siendo una pieza clave de la sociedad y cultura zapoteca.
A Lukas Avendaño se le puede pensar como actor, bailarín, pedagogo, o todo ello a la vez. Difícil de clasificar el producto de su ser escénico, que no se guía por las normas rígidas de las disciplinas artísticas, y esto lo convierte en un creador genuino y único.
Su faceta pedagógica con adultos, jóvenes y niños incide directamente en el encuentro con el otro, como parte de uno mismo, de una tribu global que sabe que este encuentro supone la única salvación en una cultura donde la epistemología de occidente sigue imponiendo violentamente su verdad como la única posible. La descolonización del Conocimiento, mediante las artes y la educación como dos válidas herramientas para alcanzarla, son la única vía para una verdadera paz.
La "muxheidad", como llama Avendaño a la cultura producida por los muxhes, es una forma única de vida, que no puede ser interpretada desde ojos ajenos, sino únicamente contemplada como algo que existe: la alteridad en la inconmensurable manera de vivir de los humanos.
El trabajo de Avedaño (como performancer, así como docente en talleres de movimiento dedicados a la vivencia experiencial de la Cultura de la Paz) es producto de una sensibilidad artística y pedagógica notable, pero también del intelecto que se ha pulido a través del estudio de la política, la ética, la filosofía y la literatura.
"Lo que me universaliza con las personas a pesar de somos de contextos y temporalidades muy diferentes son precisamente nuestros cuerpos y el uso que queremos hacer de nuestros cuerpos tanto en el espacio público como en el espacio privado, o cuando invertimos el espacio privado y lo convertimos en un espacio público. El cuerpo para mí también es uno, porque el cuerpo ocupa un lugar en el espacio, se convierte también en espacio. Se convierte en una memoria, una geografía, un territorio, y por eso digo que el cuerpo nos hace universales."